miércoles, 4 de febrero de 2009

AMANTES :



AUTORA : ANDREA PAPARELLA

...Nos dedicaremos a disfrutar un poco, eso es todo. Por fin llegamos al pub, pero no entramos, nos miramos y nos dirigimos directamente al hotel. Esta vez es diferente, nos besamos despacio, disfrutando. Las bocas muy abiertas, las lenguas muy activas. Casi nos arranca la ropa, nos preparamos para experimentar un sexo algo salvaje, nos gusta. Nos coge el pelo con la intensidad justa, nos mira a los ojos mientras nos toca dónde más nos gusta. Este tío nos mata, este tío nos vuelve locas. Cuando está a punto de acabar, abre la boca como para decirnos algo, pero se calla.
Queremos preguntarle ¿Qué? ¿Qué? Pero no lo hacemos, es mejor así. Tal vez iba a decir algo que nos hubiese vuelto más locas todavía. Volvemos a quedarnos un rato descansando, en sus brazos, sintiendo demasiadas cosas a la vez. Esto no puede ser amor -nos decimos-. Es demasiado pronto. Esto es pasión, esto es química, esto es genial. Nos tragamos todo lo que sentimos, no queremos quedar como unas idiotas, tal vez él no sienta nada en absoluto.
Nos levantamos y nos cambiamos lentamente, igual que la otra vez. Lo besamos y, cuando vamos a acercarnos a la puerta para irnos, sentimos que nos coge el brazo, nos hace darnos la vuelta para poder mirarnos a los ojos, apoya su frente sobre la nuestra, y nos pide con voz ronca que no nos vayamos. ¡Dios!, nos pide un imposible, pero nos encanta que nos lo pida, ¡cómo deseamos quedarnos! Prácticamente nos derretimos. Tomamos su cara en nuestras manos y le decimos suavemente que no es posible, debemos irnos; y él debería hacer lo mismo, su mujer estará esperándolo. De camino a casa nos decimos que esto debe parar, no puede ir más allá, es demasiado peligroso. Estamos seguras que nuestro marido empezará a sospechar de un momento a otro; demasiadas reuniones. Pero en realidad no queremos que pare, es demasiado bonito. Nos ponemos a pensar en lo injusto de esta situación. No queremos pensar en su mujer, como no la conocemos, no tiene nombre ni cara para nosotras, es un fantasma . Pero existe, joder, y siempre hemos criticado a esas mujeres que no tienen escrúpulos y destruyen familias sin importarles nada. No somos así. Nos estamos adelantando a los acontecimientos, de momento no ha pasado nada, ni pasará. Ante todo la familia, nos repetimos sin parar.
Está claro que no esperábamos que nuestro jueguecito nos llevase tan lejos. Por otra parte nos encanta lo que estamos viviendo, no vamos a parar, lo estamos disfrutando demasiado.
Las cosas caen por su propio peso; estamos seguras de que, pasado un tiempo, cuando nos quitemos las ganas de él, todo volverá a la normalidad. De repente nuestras vidas entran en una vorágine de actividades. Debemos ocuparnos de nuestra casa, nuestros niños (que últimamente demandan mucha atención), hacerle un poco de caso a nuestro marido (para que no sospeche nada), y darle tiempo a nuestro amante, que aunque no exige nada, es el que más obtiene.
Además, no debemos descuidar el trabajo. Es mucho, pero podemos con ello, nos sentimos supermujeres, Nos damos cuenta de que hemos empezado a adelgazar, esto nos preocupa un poco, es lógico, con este ritmo.....Pero estamos más guapas, nos brillan los ojos, nuestra piel está radiante. Mierda, nos hemos enamorado. Sabíamos que podía pasar, disimularemos, nadie se dará cuenta. Esta noche nos toca ver a nuestro chico, el sólo hecho de pensar en él nos hace sentir cierta humedad entre las piernas. Nos preguntamos cuánto tiempo durará este estado mental. Los síntomas del enamoramiento son increíbles, pero también agotadores. La relación con él, lejos de desgastarse, se vuelve cada vez más tierna y dependiente. Comienzan a salir a escena ciertos sentimientos que deberían haberse quedado donde estaban. Los celos por ejemplo. El hecho de que esté celoso de nuestro marido nos asusta, y también nos alegra, pero no debería ser así. Esto significa que la cosa va a más. Estamos notando que no nos cansamos de él , al contrario, cada vez nos gusta más. Es guapo, humano, simpático, amable, y un amante excelente. Nuestra cabeza está hecha un lío. Comienza a tomar cuerpo la idea de la separación. ¿Seríamos capaces?. Lo hablamos con él, nos sorprende escuchar hasta qué punto nos quiere, él asegura que se separaría por nosotras. Lo paramos en seco, no queremos escuchar más, no estamos preparadas para esto. Le proponemos hablarlo otro día, ahora estamos temblando.
Nos abraza comprensivo y nos pide que no nos preocupemos, que ya encontraremos una salida para poder estar juntos libremente. Al escuchar esto, nos echamos a llorar desconsoladas. No daremos marcha atrás, lo queremos, hemos encontrado a nuestro hombre, no lo dejaremos marchar. Sabemos que haremos daño, sabemos lo que se avecina, pero nos vamos a jugar enteras por él, nos lo pide el cuerpo. Pero el cuerpo también nos dice que es una locura, no podemos hacer eso, estamos desquiciadas. No somos capaces. Separar a nuestros niños de su padre es muy cruel, además, no hace mucho estábamos orgullosas de nuestra familia, nos sentíamos arropadas y seguras en ella. ¿Qué pasa?. ¿Aparece un tío más o menos guapo y nosotras perdemos totalmente los papeles?. Pues no...

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